Esta calavera forma parte de la primera convocatoria de Calaveritas titulada “Agua Compartida en la Frontera México-Estados Unidos”, organizada por el PFBW.
Por: Citlali Mejía Almonte
En el Río Grande, con su guadaña,
la muerte vio en todos los ejidos
gente que dependía de esa agua
en México y Estados Unidos.
Atenta los veía en el gran desierto,
bombeando agua del subsuelo sin freno,
para la industria, jardines y huertos
ajenos a que cada vez era menos.
Un día un grupo de los más conscientes,
mostrado con modelos predictivos
que a ese ritmo tan persistente,
su costo se haría prohibitivo.
Aunados al informe de abundancia
presentado usos más sostenibles
para heredar el liquido a la infancia
y ser con todo ser vivo sensato.
Y la parque feliz me enseñó los dientes,
pues todas las mejores propuestas
rechazaron sin monetario aliciente:
“La culpa es del otro” fue la respuesta.
La muerte ya espera la era inminente
en que la sequía abata su optimismo
y el solo cordado apto en esas tierras:
Dypodomis y el agua de su metabolismo.
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